LOS PLANETAS

Alrededor del Sol se mueven muchísimos cuerpos, más pequeños y fríos que nuestra estrella: no están solo los planetas y sus satélites, sino también los asteroides, los cometas, los meteoritos, el polvo y los iones del medio interestelar sometido a la gravedad solar.

A su vez, se pueden agrupar en dos grupos. Los planetas rocosos, terrestres o interiores son los más cercanos al Sol (interiores al sistema solar): Mercurio, Venus, Tierra y Marte. Son relativamente pequeños y están formados principalmente por compuestos sólidos, como rocas, arenas y polvo. Carecen de atmósfera o tienen capas gaseosas no muy gruesas, formadas por elementos de peso relativo: como en la Tierra. No tienen anillos ni muchos satélites.

Un planeta es un cuerpo celeste esférico en órbita alrededor de una estrella, al que vemos porque refleja la luz de ésta. Cuando se trata de otras estrellas distintas al Sol, los planetas, si los hay, son invisibles porque la luz que reflejan a esas distancias es demasiado débil para ser diferenciada de la directa de la estrella. En estos casos, se deduce que alrededor de la estrella gira un planeta porque se aprecian los efectos gravitatorios sobre el movimiento de la estrella. Sin embargo, así sólo pueden descubrirse, aunque con dificultad, planetas con la dimensión de Júpiter o Saturno.

El sistema solar está compuesto por nueve planetas (ocho, según algunos científicos), con características estructurales y astronómicas distintas. Todos giran alrededor del Sol y rotan alrededor de su eje con determinado grado de inclinación respecto a la eclíptica y a su plano de traslación. Alejándonos del Sol hallamos: Mercurio, Venus, Tierra, Marte, Júpiter, Saturno, Urano, Neptuno y Plutón.

Los planetas jovianos o exteriores: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno. Son los cuatro planetas con órbitas fuera del cinturón de asteroides, que marca el límite de los cuerpos rocosos. Al igual que Júpiter (de donde deriva el adjetivo jovianos), se caracterizan por atmósferas muy gruesas, presentan núcleos pequeños de roca rodeados por elementos “ligeros” (hidrógeno, helio, metano, amoniaco, etcétera) que, por las bajas temperaturas y las elevadas presiones a las que son sometidos dentro de los planetas, se prestan en estado líquido o sólido. Numerosos anillos de materiales incoherentes giran alrededor de cada planeta, junto a una corte de satélites de dimensiones más o menos grandes.

Otros cuerpos

Los cuerpos menores del sistema solar son muy numerosos, aunque su masa conjunta sea pequeña.

Satélites: pequeños y a menudo esféricos, brillan con la luz reflejada y giran alrededor de un planeta.

Asteroides o planetas menores: su diámetro oscila entre unos pocos kilómetros y casi 1000 (con una media inferior a 50 km) y su forma es irregular. Tienen órbitas principalmente comprendidas entre la de Marte y la de Júpiter.

Cometas: objetos ricos en hielos y con escasas decenas de kilómetros de diámetro. Normalmente tienen órbitas muy alargadas. Al acercarse al Sol, se tornan muy visibles.

Meteoritos: de pequeñas dimensiones, “viajan” por el espacio y a veces entran en la atmósfera terrestre y se vuelven incandescentes por el rozamiento con el aire. En este caso se llaman meteoros, al igual que los fenómenos luminosos que producen.

Estación Espacial Internacional

La Estación Espacial Internacional, (en inglés, International Space Station o ISS) es un centro de investigación en la órbita terrestre, cuya administración, gestión y desarrollo está a cargo de la cooperación internacional. El proyecto funciona como una estación espacial permanentemente tripulada, en la que rotan equipos de astronautas e investigadores de las cinco agencias del espacio participantes: la NASA, la Agencia Espacial Federal Rusa, la Agencia Japonesa de Exploración Espacial, la Agencia Espacial Canadiense y la Agencia Espacial Europea (ESA). Está considerada como uno de los logros más grandes de la ingeniería.

Sin duda alguna, es el objeto más grande que se haya enviado jamás al espacio. Gira alrededor de la Tierra a una velocidad media de 27.700 km/h y describe 16 órbitas al día. La mejor noticia de todo esto es que los conocimientos que se adquieran de estos experimentos y de la vida en el espacio serán básicos para que, en un futuro no muy lejano, el hombre sea capaz de llegar a Marte o construir una base permanente en la Luna.

OBSERVACIÓN

Lo vemos todas las noches, en un incesante movimiento alrededor del polo, y casi no nos damos cuenta de que existe, pues la luz cegadora de nuestras ciudades lo ahoga. El cielo, salpicado de miles de estrellas, el mismo cielo que inspiró poemas y religiones, miedos y revoluciones. El cielo, lugar donde nace y muere el Sol, donde la Luna cambia de aspecto y donde las estrellas se desplazan lentamente y pasan de un signo a otro del zodíaco. A pesar de quejarnos de que las estaciones ya no son como antes, de que nuestra vida ya no está ligada a sus ritmos, son pocos los que saben por qué durante el año el Sol se desplaza en el cielo o por qué la Luna sale cada día un poco más tarde, o cómo se halla una determinada constelación entre miles de estrellas en una noche oscura. Sin embargo, la fascinación por la bóveda estrellada sigue viviendo en nosotros y en el fondo todos sentimos la necesidad de mirar hacia arriba y comprender algo.

Porque hoy podemos entender algunas cosas. La Luna sigue siendo mágica y también es el único cuerpo celeste, aparte de la Tierra, en el que el hombre ha puesto los pies. Marte sigue siendo un puntito de luz rojiza casi ilocalizable a simple vista, pero también es un Planeta inspeccionado por el hombre. Y Venus, Júpiter y Saturno pueden verse con unos simples prismáticos, mientras que las “estrellas fijas”, las nebulosas y las galaxias están al alcance de los telescopios. Sólo hay que saber mirar y dónde mirar. Sólo hay que saber cómo funciona la máquina celeste para disponer de mucho más de lo que tuvo Galileo.

Equipo

No se necesita mucho para observar el cielo, pero algunas sugerencias pueden resultar de utilidad. En primer lugar, es mejor estar cómodos para evitar torticolis y dolor de espalda, sobre todo en invierno. Una tumbona, una manta o un colchoncito (en la playa) será suficiente, sin olvidar que de noche la humedad puede jugar malas pasadas; incluso en verano conviene abrigarse. Una brújula y una linterna resultan de gran utilidad.

Los prismáticos para observar los cuerpos celestes presentan ciertas características fundamentales. Hay que saber leer las indicaciones de las características y saber que cuanto mayor sea el aumento, menor será el campo visual y la luminosidad. Sin duda alguna, los prismáticos más aconsejables son de 7×50, pues el campo es suficientemente grande para no perder las referencias y la capacidad para ver detalles. También hay que valorar el peso, porque es difícil mantener fijos unos prismáticos de más de 1 Kg.

Los telescopios, ya sea por refracción o reflexión, presentan las siguientes características: luminosidad, aumento y resolución. Se recomienda como uno de los mejores modelos el Schmidt-Cassegrain, con una lente de 20 cm de diámetro y 10 Kg de peso.

Cómo observar

Al principio conviene mirar al cielo sólo con los ojos y adquirir cierta práctica en algunas operaciones, como la orientación, antes de querer moverse entre constelaciones, estrellas y planetas.

En primer lugar hay que encontrar el Norte, si fuera necesario con brújula. Conviene saber que la dirección indicada por la punta oscura de la aguja es la del Norte magnético, que no coincide con la del Norte geográfico. De todas formas, el ángulo entre ambas direcciones (llamado declinación magnética) es muy pequeño y puede desestimarse.

En las latitudes medias Norte, subiendo en vertical desde el punto Norte indicado por la brújula, se halla una región en la que destacada una estrellita poco brillante, aunque bastante aislada. Se trata de la Estrella Polar, que se halla, a grosso modo, a medio camino entre el horizonte y la vertical que sale sobre nuestra cabeza (cenit). Es la última estrella de la constelación Osa Menor, fácilmente reconocible gracias a la conjunción de dos estrellas brillantes de la Osa Mayor: son estrellas que, en nuestras latitudes, se ven siempre (son circumpolares).

Para empezar a orientarse en el cielo es preferible escoger un lugar no completamente oscuro, de forma que sólo se vean bien las estrellas más brillantes. Con una linterna muy débil y con luz concentrada, puede intentarse seguir las estrellas y constelaciones más conocidas. Después, cuando pasemos a objetos menos luminosos, convendrá recordar que es mejor no mirar directamente el cielo en la dirección en que se hallen, sino que es preferible hacerlo en dicha dirección con el rabillo del ojo; así, la sensibilidad ocular es superior. Por último, una vez que no tengamos problemas en reconocer las constelaciones, podremos intentar ver algo con unos prismáticos o un telescopio pequeño.

Qué hay que observar

Pueden observarse muchas cosas en el cielo nocturno. En primer lugar, las estrellas. Para observarlas e identificarlas sólo hay que contar con algo de práctica, a pesar de que se requiere un análisis más preciso y experto para buscar sistemáticamente una estrella, identificar constelaciones menores o reconocer y observar las masas estelares y nebulosas.

También podrá apreciarse que la luminosidad de determinadas estrellas varía con el tiempo; es probable que se trate de estrellas dobles, estrellas variables, novas o incluso supernovas. A menudo los aficionados, con su apasionado, sistemático y atento escudriñamiento del cielo, descubren nuevos objetos y se los muestran a los astrónomos profesionales. En cambio, es difícil que descubran nuevas galaxias, porque, a pesar de ser objetos muy luminosos, se hallan a distancias enormes de la Tierra. De los más de 100000 millones de galaxias existentes, sólo tres pueden verse a simple vista (aunque con dificultad).

Los planetas se diferencian con facilidad de las estrellas. En primer lugar, no todos emiten destellos, sino que tienen una luz “firme”, debido a que no son puntiformes y, por tanto, la interferencia con la atmósfera o es tan importante. Además, los planetas se desplazan, respecto a las estrellas fijas, de forma consistente al cabo de varios días. Aprender a distinguir los movimientos y prever su órbita es relativamente fácil.

Más difícil resulta observar un cometa. Hay que tener mucha paciencia y ojo para poder distinguirlo de otros cuerpos celestes cuando aún no está lo suficientemente cerca del Sol como para que desarrolle la “cola”.

Las “estrellas fugaces”, meteoritos que precipitan en masa, son un espectáculo del que todos podemos disfrutar, porque resulta imposible observarlas con aparatos y la única posibilidad que ofrece la tecnología es fotografiarlas con una larga exposición.

A diferencia del resto de los cuerpos celestes, nunca hay que observar el Sol directamente, pues hacerlo a ojo descubierto puede lesionar la vista para siempre y con prismáticos o telescopio lleva a la ceguera completa. Tampoco hay que fiarse de los cristales ahumados ni de las lentes tratadas, ni siquiera así hay que mirar directamente al Sol. Conviene evitarlo siempre. El mejor método para observar al “astro rey” es proyectando su imagen en una pantalla, pared o suelo, siendo más recomendable al alba o al ocaso, porque la luminosidad no es tan elevada y pueden recogerse mejor los detalles de la fotosfera.

EL SOL

Estrella del tipo espectral G2 que se formó hace 4.650 millones de años. La superficie visible es una esfera de un diámetro aproximado de 1,5 millones de kilómetros que encierra una masa de ¡dos millones de billones de billones de kilos!. Nos parece pequeño (tiene un diámetro aparente igual al de la Luna, razón por la que se producen los eclipses) sólo porque está muy lejos de nosotros: a unos 150 millones de kilómetros. Por la misma razón, los detalles más pequeños observables desde la Tierra son del orden de 150 km. Y existen muchos detalles, conocidos como fenómenos superficiales fotosféricos. Se trata de manchas, fulguraciones, granulaciones, protuberancias, fáculas…etc.

Todo ello fue observado en el pasado y dio pie a hipótesis muy verosímiles. De hecho, del Sol sólo conocemos directamente la radiación: la que llega a la Tierra – hasta los instrumentos más potentes y modernos – o la registrada por aparatos, cada vez más perfeccionados, montados en satélites astronómicos en órbitas relativamente cercanas a nuestra estrella. Gracias al satélite Solar Maximum Mission o al SOHO (Solar and Heliospheric Observatory), se puede analizar la luz solar con técnicas impensables hasta hace poco, y ello nos permite confirmar o desarrollar nuevas ideas sobre la estructura interna, la actividad y la dinámica superficial del Sol.

Radiación

La atmósfera de la Tierra se puede considerar como una gran máquina térmica cuya fuente de energía es la radiación electromagnética que procede del Sol y que tiene su origen en las reacciones nucleares que se producen en su núcleo fruto de la continua transformación de Hidrógeno en Helio.

La radiación del Sol es emitida en todas las longitudes de onda, pero tiene un máximo en la región de luz visible. Es importante saber que la luz visible está compuesta por varios colores, que cuando se mezclan forman la luz blanca.

Como representan en los diagramas solares de la Tierra (imagen inferior), los pintados de color rojo están representando lugares donde la radiación solar es mayor, quema más, calienta más que en zonas de color verde o azul.

A nivel de España, los emplazamientos de mayor radiación solar corresponden a las Islas Canarias y al sur de la Península Ibérica.

Fenómenos adversos

Seguro que más de una vez han leído o escuchado el titular: “El Sol amenaza las telecomunicaciones de la Tierra”. El ser humano tiene la necesidad de estar atento al comportamiento que adopta el Sol, ya que puede influir en el sistema global de comunicaciones, generando multitud de problemas. Afortunadamente, hoy en día existen los aparatos de medición necesarios para tener controlado al ‘astro rey’ y poder avisar a la población mediante la actuación de expertos en la materia de “meteorología espacial”.

Eclipses de Sol

Un eclipse solar es un evento astronómico que se produce cuando la Luna oculta al Sol, desde la perspectiva de la Tierra. Esto sólo puede pasar durante la Luna nueva.

Se clasifican de la siguiente manera:

Eclipse parcial: la Luna se interpone parcialmente entre el Sol y la Tierra.

Eclipse total: la Luna oculta totalmente al Sol en algunos lugares.

Eclipse anular: la Luna se encuentra cerca del apogeo (punto más alejado de la Tierra) y su diámetro angular es menor que el solar, de manera que en la fase máxima permanece visible un anillo del disco del Sol.

Eclipse híbrido: en algunos lugares de la Tierra se produce un eclipse total y en otros anular.

LA LUNA

La Luna es el único satélite natural de la Tierra. Su diámetro es de unos 3.476 km, aproximadamente una cuarta parte del de nuestro planeta. La masa de la Tierra es 81 veces mayor que la de la Luna. La densidad media de la Luna es de sólo las tres quintas partes de la densidad de la Tierra, y la gravedad en la superficie es un sexto de la de la Tierra.

La Luna orbita la Tierra a una distancia media de 384.403 km y a una velocidad media de 3.700 km/h. Completa su vuelta alrededor de la Tierra, siguiendo una órbita elíptica, en 27 días, 7 horas, 43 minutos y 11,5 segundos. Para cambiar de una fase a otra similar, o mes lunar, la Luna necesita 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2,8 segundos.

Como tarda en dar una vuelta sobre su eje el mismo tiempo que en dar una vuelta alrededor de la Tierra, siempre nos muestra la misma cara. Aunque parece brillante, sólo refleja en el espacio el 7% de la luz que recibe del Sol.

Observar la Luna con cualquier instrumento nos reportará grandes emociones. Es grande, luminosa, con detalles que cambian de aspecto con la iluminación. Nuestro satélite natural es un objeto celeste fascinante, incluso si se observa con unos sencillos prismáticos. En efecto, para observar las formaciones más importantes, un eclipse lunar o la ocultación de una estrella basta con unos prismáticos, pero para encontrar las regiones más limitadas y los detalles más precisos se aconseja usar un telescopio. Después de la Tierra, la Luna es el cuerpo espacial más estudiado.

La órbita de la Luna es la trayectoria que sigue ésta en su movimiento alrededor de la Tierra. Este recorrido se describe como una elipse de baja excentricidad que discurre de oeste a este, es decir, en sentido antihorario.

El punto más cercano de la Luna a la Tierra se denomina “perigeo”, rondando los 356.000 kilómetros de distancia. Por el contrario, el punto más lejano de la Luna a la Tierra se denomina “apogeo”, rondando los 406.000 kilómetros de distancia.

Luna Nueva o Novilunio

Se produce cuando la Luna se halla entre el Sol y la Tierra. Con el hemisferio dirigido hacia nosotros completamente oscuro, no la vemos. A veces sólo se aprecia el contorno, es una ocasión ideal para observar el perfil de los relieves lunares de los bordes.

Primer Octante o Luna Nueva visible

En condiciones particulares de observación puede verse ya a las 20 horas de la alineación con el Sol, pero normalmente hay que esperar al menos 36 horas. El cuarto visible es muy estrecho y dista del Sol unos 12º. En el ocaso sigue habiendo demasiada luz para observarla bien. También resulta difícil distinguir alguna formación en ese cuarto, pero rápidamente las condiciones de observación serán ideales para observar la “Luna cenicienta”.

Cuarto Creciente

La Luna se pone ahora más de dos horas después del ocaso y hasta a simple vista pueden observarse con claridad numerosas formaciones iluminadas. Casi una semana después del novilunio, la Luna está en las mejores condiciones para ser observada.

Tercer Octante o Gibosa Creciente

La Luna sigue creciendo, muestra tres cuartos de su cara visible y aparece cada día más tarde.

Luna Llena o Plenilunio

La Luna aparece cuando el Sol se pone. A veces parece deformada o gibosa, aplastada por la refracción terrestre, que se aprecia cada vez menos a medida que la Luna se eleva en el cielo. En ocasiones, su color varía desde el blanco perla hasta el rojo oscura, a causa de la contaminación. Comparada con objetos de referencia situados en el horizonte, parece mayor de lo que es en realidad. En estas condiciones, su diámetro aparente es un 2% menor que el diámetro aparente que tiene cuando se halla perpendicular sobre nuestra cabeza.

Quinto Octante o Luna Gibosa Menguante

La Luna mengua y muestra tres cuartos de cara. Aparece cada vez más tarde y se va encaminando a sus fases menos luminosas.

Cuarto Menguante

Se produce entorno al vigésimo tercer día después del novilunio. Nuestro satélite natural se va oscureciendo cada vez más y se muestra la fase cuando despunta el alba.

Séptimo Octante o Luna Menguante

Tiene lugar justo anteriormente a la Luna Nueva, cuando nuestro satélite natural se haya casi en penumbra, ofreciéndonos una visión poco detallada de las formaciones lunares y con poca luz.

Y de nuevo Luna Nueva o Novilunio

Se produce cuando la Luna se halla entre el Sol y la Tierra. Con el hemisferio dirigido hacia nosotros completamente oscuro, no la vemos. A veces sólo se aprecia el contorno, es una ocasión ideal para observar el perfil de los relieves lunares de los bordes.

ECLIPSES DE LUNA

Un eclipse lunar es un evento astronómico que se produce cuando el Planeta Tierra se interpone entre el Sol y la Luna, generando un cono de sombra que oscurece a esta última. Para que esto suceda, obligatoriamente la Tierra, el Sol y la Luna deben estar exactamente alineados o muy cerca de estarlo, de tal modo que la Tierra bloquee los rayos solares que llegan al satélite; por eso, los eclipses lunares solo pueden ocurrir en la fase de Luna llena.

Eclipse parcial: solo una parte de la Luna entra en el cono de sombra de la Tierra.

Eclipse total: la Luna entra en el cono de sombra de la Tierra.

Eclipse penumbral: la Luna entra en el cono de penumbra de la Tierra. No es visible a simple vista.

Eclipse Lunar Penumbral el 25 de mayo 2013
Eclipse Lunar Penumbral el 25 de mayo 2013